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¿Cómo sabemos que la avería de los hornos de cremación no afectó significativamente la incineración de alrededor de 900,000 judíos?
Los negacionistas del Holocausto argumentan lo siguiente:
En Auschwitz-Birkenau, los hornos de cremación se averiaban tan seguido que el número de cuerpos que podían ser incinerados se redujo significativamente.
Por ejemplo, el negacionista del Holocausto italiano, Carlo Mattongo, afirma que la cremación de 675,000 cuerpos “habría requerido al menos cuatro reemplazos íntegros de las paredes ignífugas de todas las cámaras”. Esto habría requerido 256 toneladas de material para paredes ignífugas y 7,200 horas de trabajo. No existen registros en los archivos del edificio de Auschwitz de que la administración de los campos haya alguna vez asumido proyectos tan grandes. Por lo tanto, concluye Mattogno, “la cremación de 675,000 cuerpos es tecnológicamente imposible y, en consecuencia, no se perpetraron exterminaciones masivas en Auschwitz-Birkenau”. [1]
Los hechos son:
Los hornos crematorios de Auschwitz-Birkenau estaban constantemente en funcionamiento, lo que sí causaba averías que requerían reparaciones. Estas reparaciones se llevaban a cabo fácilmente y no afectaban el asesinato masivo. Asimismo, cuando el número de cuerpos superaba la capacidad de los hornos, se utilizaban pozos ardientes al aire libre.
Documentos de fuente primaria sobre el mantenimiento de los hornos:
El 28 de junio de 1943, Karl Bischoff, jefe de la Dirección Central de Construcción en Auschwitz-Birkenau, le envió una carta a Hans Kammler, un importante ingeniero alemán nazi. La carta señalaba que los hornos de Auschwitz-Birkenau deberían idealmente estar constantemente en funcionamiento. En la realidad, sufrían averías.
El uso incorrecto y excesivo provocaban el agrietamiento o fractura de los ladrillos de las cámaras y chimeneas. Estos daños requerían mantenimiento o reparación. Sin embargo, la mayoría de las reparaciones podían realizarse rápidamente. Filip Müller, un miembro de Sonderkommandos (destacamentos especiales), quien proveyó los hornos, recordó que utilizaban una pasta especial de arcilla refractaria para reparar las grietas.[2]
Testimonio de un perpetrador sobre otros medios de cremación:
Cuando la cantidad de cuerpos a ser cremados excedía la capacidad de los hornos, se utilizaban pozos ardientes al aire libre. Pery Broad, un miembro de la Gestapo de Auschwitz-Birkenau, recordó: “Los cuatro crematorios eran explotados al máximo. A causa del uso excesivo, los hornos necesitaban reparaciones constantemente… No había otra posibilidad, las piras debían reutilizarse para desechar los cuerpos que yacían en grandes pilas detrás de los crematorios… No se hacían pausas”.[3]
Por Chmee2 o Mikee (trabajo propio) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html), CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)], a través de Wikimedia Commons
Por lo tanto, cuando la cantidad de cuerpos desbordaba la capacidad de los hornos —tal como sucedió a mediados de 1944, cuando se mataban de 8,000 a 10,000 judíos húngaros por día— los nazis pasaron a utilizar pozos ardientes al aire libre para las cremaciones masivas, hasta con miles de cuerpos a la vez.
Conclusión:
Los hornos de cremación de Auschwitz-Birkenau sí necesitaban reparación y mantenimiento, aunque no en la medida que alega Mattogno. De hecho, había otros medios para deshacerse de los cuerpos, tales como los pozos ardientes al aire libre. Estos pozos podían cremar miles de cuerpos a la vez. Las declaraciones de testigos oculares confirman la ininterrumpida cadena de montaje de matanzas en Auschwitz-Birkenau.
NOTAS
[1] Carlo Mattogno, Auschwitz: The End of a Legend: A Critique of J.C. Pressac (Institute for Historical Review, 1994), p. 30.
[2] Filip Müller, Eyewitness Auschwitz: Three Years in the Gas Chambers (Ivan R. Dee, 1979), p. 124 y John C. Zimmerman, “Body Disposal at Auschwitz: The End of Holocaust Denial” (“Cremation Capacity”) en http://www.phdn.org/archives/holocaust-history.org/auschwitz/body-disposal/.
[3] KL Auschwitz Seen by the SS (Auschwitz-Birkenau State Museum, 1995), p. 137.